Antes, si no mal recuerdo, mi vida era un festín
Nuevo episodio del podcast Justine Time

El odio a si mismo/Rimbaud
“Antes, si mal no recuerdo1, mi vida era un festín donde se abrían todos los corazones, donde todos los vinos corrían. Una noche, me senté a la Belleza en las rodillas2. — Y la hallé amarga. — Y la insulté."
Alice Miller aborda al poeta Rimbaud en el capítulo 4 de su trabajo “El cuerpo nunca miente” como un ejemplo de los efectos del odio de si. Un genio de la poesía, Rimbaud escribe “Una temporada en infierno” a los 16 años.
Unos meses antes de fallecer, a los 37 años, estamos el 30 de abril de 1891, instalado en Harrar en Abisinia (hoy Yemen) Rimbaud acaba de enfermar, después de un viaje agotador, llega al hospital de Adén y le escribe la siguiente carta a su familia:
“Durante ya unos veinte días había estado acostado en Harrar sin poder hacer un solo movimiento, sufriendo un dolor insoportable y sin dormir nunca. Contraté dieciséis porteadores negros, a razón de 15 thalaris cada uno, desde Harrar hasta Zeilah; Mandé hacer una camilla, cubierta con una lona, y en ella acabo de recorrer en dos semanas los 300 kilómetros de desierto que separan las montañas de Harrar del puerto de Zeilah. No hace falta decir los sufrimientos que pasé en el camino. Nunca pude dar un paso fuera de mi camilla; mi rodilla estaba visiblemente hinchada, y el dolor aumentaba continuamente […] Finalmente en el punto donde llegué, no es de esperar que me recupere por lo menos durante tres meses, en las circunstancias más favorables. Y yo estoy estirado, mi pierna vendada, atada, conectada, encadenada, de modo que no puedo moverla. Me he convertido en un esqueleto, tengo miedo.
Repatriado a Francia, y tras una estancia con su madre en La Roche en las Ardenas, partió hacia África con su hermana Isabelle. Pero su estado empeoró y tuvo que detenerse en Marsella para ser tratado en el Hospital de la Concepción de Marsella. Amputado de una pierna, Rimbaud habló con su hermana el 23 de junio de 1891: "En cuanto a mí, sólo lloro día y noche, soy un lisiado toda mi vida... Y no sé nada qué hacer . . Todos sus recuerdos me están volviendo loco: no duermo ni un minuto. Finalmente, nuestra vida es miseria, miseria sin nombre. ¿Por qué existimos?
Muere cinco meses después en el Hospital de la Concepción de Marsella.
El poeta Yves Bonnefoy describe a la madre de Rimbaud como una mujer seca, ambiciosa y dura. Alice Miller se basa en el libro de Bonnefoy titulado “Rimbaud” y publicado en 2004.
VItalie Cuif (1825-1907) era el nombre de su madre. Después de su matrimonio con un soldado con espíritu aventurero, VItalie dio a luz a cinco hijos. Desafortunadamente, tendrá que criarlos sola porque su esposo, Frédéric, deja definitivamente el hogar familiar cuando Arthur tiene solo seis años. Abandonada, ni viuda ni divorciada, Vitalie está sola. Esta campesina cría a su descendencia de la manera más dura y pone todas sus esperanzas en el joven Arthur. El poeta la describe así: “Tan inflexible como setenta y cinco administraciones en gorras de plomo”…
Bonefoy describe a la madre de Rimbaud como una mujer obsesionada por la muerte, las tumbas, los cementerios y Bonnefoy comenta que la madre de Rimbaud intentó frenar el genio poético de su hijo de múltiples maneras y como no lo logró, ella habría intentado cortarle las alas y limitar su autonomía, su acceso a la libertad.
Rimbaud tenía una relación ambivalente respecto de su madre, pues, por un lado, le tenía mucho odio y por otro dependía mucho de ella. La madre de Rimbaud mantenía mucho control sobre sus hijos, control que ella llamaba “amor materno”. Toda su vida, la madre de Rimbaud le apoyó economicamente y siempre estuvo muy cerca de él para acompañarlo.
Alice Miller afirma que Rimbaud sabía que la preocupación constante de la madre por las apariencias no tenía nada que ver con el sentimiento del amor, pero que no podía aceptar esta percepción sin reserva, puesto que la madre manifestaba una preocupación constante por él, preocupación que se podía confundir con el amor. Alice Miller considera que , por no poder aceptar este sentir, Rimbaud desarrolló un odio de si mismo.
Toda su vida, Rimbaud intentó escapar de estos sentimientos, se hundió en el alcool, el opio y sus viajes a lugares lejanos jugaron un papel muy importante para alejarse de una madre sumamente posesiva.
La poesía de Rimbaud refleja su odio de si mismo así como su búsqueda intensa del amor verdadero. Su amistad con Verlaine al inicio le trajo satisfacción en esta búsqueda de conexión profunda. Sin embargo, la falta de confianza originada en su infancia envenenó su intimidad y las dificultades propias de Verlaine no les permitió a ambos desarrollar un amor estable entre ellos. Su relación se tornó compleja y entorpecida por el uso de las drogas. Al final Verlaine actuó de manera destructiva con Rimbaud, recordandole a su propia madre, cuando Verlaine, borracho, le disparó a Rimbaud.
Rimbaud buscó alguna salvación en la caridad cristiana, desarrollando la compasión y la comprensión. También experimentó su homosexualidad como una enfermedad, un vicio y su desesperación como un pecado.
La poesía, las drogas, los viajes, las ilusiones, todas fueron para Rimbaud maneras de escapar a la cárcel simbólica de su madre.
Alice Miller afirma que nunca logró realmente abrir la puerta a la realidad emocional de su infancia, a los sentimientos de un niño obligado a vivir con una mujer muy perturbada. Al final de su vida, Rimbaud abandonó su impulso de huir y de escapar, volvió cerca de su madre, abandonó la escritura y se hizo hombre de negocio, respondiendo así al deseo de su madre. Rimbaud pasó sus últimos días en un hospital en Marseille, pero había vuelto a la casa familiar unos días antes, cuidado por su madre y su hermana. Alice Miller concluye este capítulo diciendo: “La búsqueda del amor de la madre terminó en la cárcel de su infancia.”
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